El Abominable Hombre de las Nieves by R. L. Stine

El Abominable Hombre de las Nieves by R. L. Stine

autor:R. L. Stine
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Infantil y juvenil, Terror
ISBN: 84-406-7752-9
editor: Ediciones B
publicado: 1995-12-01T05:00:00+00:00


Nicole y yo corrimos tras el trineo, observando con impotencia cómo se alejaba. Sin embargo, no podíamos permitir que nos abandonase.

—¡Arthur! ¡Regrese!

—¡Se ha llevado nuestra comida! —exclamé.

El trineo subió por una pronunciada cuesta.

—¡Deténgase! ¡Deténgase! —gritó Nicole—. ¡Por favor!

—No podemos competir con los perros —dije, exhausto.

—Tenemos que intentarlo —señaló Nicole—. ¡No podemos permitir que Arthur nos abandone en este lugar!

El trineo desapareció en lo alto de la cuesta. Segundos más tarde, mi hermana y yo llegamos a lo alto y vimos que Arthur y los perros ya estaban muy lejos. Horrorizados comprobamos que no tardarían en desaparecer en el horizonte de la tundra.

Me desplomé sobre la nieve y farfullé, sofocado por el esfuerzo:

—Se han ido.

—¡Jordan, levántate! —me ordenó Nicole.

—Le hemos perdido —gemí.

—¿Dónde estamos? —preguntó Nicole con un hilo de voz.

Me puse en pie y eché un vistazo alrededor. Sólo había nieve, ni rastro de tierra, o árboles… y, aún peor, ni el menor indicio de la cabaña.

Las nubes cubrían el sol y el viento soplaba con fuerza. Comenzó a nevar.

No tenía la menor idea de dónde estábamos. Nos habíamos perdido.

—¿En qué dirección está la cabaña? —dije a Nicole—. ¿Por dónde hemos llegado hasta aquí?

Miramos a lo lejos a través de la cortina de nieve, pero no pude ver la cabaña.

Nicole me tiró del brazo y exclamó:

—¡La cabaña está en esa dirección! ¡Vamos!

—¡No! —repliqué. La nieve caía con mayor intensidad. Los ojos me escocían. Grité por encima del aullido del viento—: ¡Te equivocas, Nicole! ¡La cabaña está en esa otra dirección!

—¡Mira! —exclamó Nicole, señalando hacia abajo—. ¡Es nuestro rastro! Sólo tenemos que seguirlo hasta llegar a la cabaña.

Comenzamos a descender por la ladera, siguiendo nuestras huellas en la nieve.

El viento soplaba cada vez con mayor fuerza.

Seguimos nuestro rastro durante un corto período de tiempo, ya que era difícil ver algo en medio de aquella tormenta. Todo era blanco y gris. El mundo entero se había vuelto de color blanco.

Nicole me miró a través de la espesa cortina de nieve y masculló:

—¡Apenas puedo verte, Jordan!

Avanzamos con lentitud, buscando el rastro cada vez más imperceptible de las huellas.

—¡Han desaparecido! —exclamé, horrorizado al comprobar que la nieve las había cubierto por completo.

—Jordan, tengo miedo —susurró Nicole, agarrándose a mi brazo.

Yo también estaba asustado, pero no iba a decírselo a Nicole.

—Encontraremos la cabaña. No te preocupes. Apuesto a que en este mismo instante papá está buscándonos.

Deseaba creer en mis propias palabras, aunque no era fácil. El viento nos lanzaba fragmentos de nieve dura y helada. Traté de mirar hacia delante, entrecerrando los ojos para protegerlos de la nieve. Era inútil. No conseguía ver nada.

—¡No te sueltes de mí! —grité a Nicole.

—¿Qué?

—¡He dicho que no te sueltes de mí! ¡Podríamos perdernos en medio de esta tormenta!

Se asió con más fuerza a mi brazo, indicándome que había comprendido mis palabras.

—¡Tengo mucho frío! —sollozó a mi lado—. ¡Será mejor que echemos a correr!

Intentamos correr sobre la profunda alfombra de nieve, avanzando a trompicones contra el viento.

—¡Papá! ¡Papá! —gritamos una y otra vez.

No tenía la menor idea de hacia dónde nos dirigíamos, pero sabía que debíamos avanzar en alguna dirección.



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